Porque Nefi mato a Laban



El profeta José Smith enseñó que es el Señor quien establece la norma de lo que es correcto y lo que es incorrecto: “Dios dijo: ‘No matarás’ [Éxodo 20:13]. En otra ocasión, mandó: ‘los destruirás completamente’ [Deuteronomio 20:17]. Éste es el principio de acuerdo con el cual funciona el gobierno de los cielos: por revelaciones que se adapten a las circunstancias en que se hallaren los hijos del reino. Todo cuanto Dios requiere es justo, no importa lo que sea, aunque no podamos ver la razón de ello sino hasta mucho después que se hayan verificado los hechos. Si buscamos el reino de Dios primeramente, todas las demás cosas buenas serán añadidas” (véase Enseñanzas del Profeta José Smith, compilación de Joseph Fielding Smith, 1982, pág. 312).
Podemos entender mejor la razón por la que el Señor requirió que Nefi matara a Labán, si consideramos lo siguiente: El Señor le había dado dos oportunidades a Labán de entregar voluntariamente las planchas de bronce, pero “él no quería escuchar los mandamientos del Señor” (1 Nefi 4:11). Labán era un mentiroso y un ladrón y había intentado matar a Lamán y luego a los cuatro hijos de Lehi, lo que, bajo la ley de Moisés, se castigaba con la muerte (véase Éxodo 21:14). El Señor sabía que era esencial para Lehi y sus descendientes que tuvieran los anales de las Escrituras, aunque un hombre tenga que morir (1 Nefi 4:13) para que ello ocurra.
Las planchas de bronce no sólo fueron una bendición para el pueblo y las naciones del Libro de Mormón, sino que además preservaron y proporcionaron para nuestra época las enseñanzas de los antiguos profetas, cuando algunos de sus escritos fueron copiados en las planchas de oro de las que se tradujo el Libro de Mormón (como las citas de Isaías y la alegoría de Zenós). Mediante el Libro de Mormón, esas enseñanzas de las planchas de bronce han bendecido y continúan bendiciendo la vida de millones de personas, así como a las naciones del mundo. En definitiva, todo eso estaba en juego cuando Nefi estaba junto a Labán y siguió la voz del Espíritu.